viernes, 22 de mayo de 2009

Sección: si no puede con el enemigo, únasele

Unos videitos para vuestro disfrute (ay, pero Monreal DICEN QUE es narco, pero el ex barrendero del Peje CREO QUE es amigo de narcos!! Pero no hay que criminalizar a los jóvenes!!! Pero... News Divine!!! Pero... usan dinero público o del narco en sus sucias campañas electorales!!!).

Enjoy it. ;-)








viernes, 1 de mayo de 2009

El sueño dorado de nuestros nunca bien ponderados fascíficos se cumple "casualmente" ahora...

Secuestro electoral

Porfirio Muñoz Ledo
01 de mayo de 2009
el universal.com.mx

Cuando la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, en 1972, acuñamos una frase esclarecedora: “No hay peor contaminante que la miseria”. Queríamos prevenir cualquier operación de los países avanzados tendiente a imponer pautas de desarrollo a los demás y colocar además el énfasis en la injusticia económica internacional y la degradación material generada por la desigualdad.

Unas son las causas de las enfermedades —su etiología— y otras las condiciones sociales y la debilidad institucional que contribuyen a su propagación y lastran su combate oportuno y eficaz. El caso de la influenza A/H1N1 diseminada en nuestro país es un ejemplo palmario de la incuria y la decadencia como detonadores de una PANdemia.

Los estragos que el huracán Katrina —agosto de 2005— provocó en Nueva Orleáns evidenciaron la mortandad incubada en la indefensión de la pobreza. Un reducto del tercer mundo —en medio de la opulencia— pagó elevado precio por las condiciones de insalubridad, marginación, precaria infraestructura, servicios públicos insuficientes y descuidos culpables de la administración Bush.

La tragedia fue utilizada para desencadenar privatizaciones, de acuerdo con la estrategia descrita por Naomi Klein en Capitalismo de shock. Las crisis debían ser aprovechadas para profundizar el modelo neoliberal, que era —paradójicamente— la causa última del desamparo y la excesiva mortandad.

Sin contar con la cínica manipulación política de la que fueron objeto el derrumbe de las torres gemelas en Nueva York y el atentado terrorista de Atocha en víspera de las elecciones españolas. Cada quien padece el fundamentalismo que le toca. El “comité de salud pública” de los jacobinos franceses los condujo a la guillotina y el nuestro está programado para la entronización de El Yunque.

La acción eficaz, la transparencia y la mesura son pruebas de la racionalidad del Estado. En nuestro caso deslumbra la exhibición de lo contrario. Aparecen datos sobre el conocimiento que tenían desde hace tiempo las instancias médicas respecto del probable desencadenamiento de la epidemia y la existencia de brotes específicos a finales del año pasado.

Debido a que en Estados Unidos surgieron casos de esta influenza desde diciembre de 2005, sus autoridades determinaron las sustancias idóneas para contrarrestarla. El Boletín de Práctica Médica divulgó aquí en diciembre de 2006 un catálogo de “acciones básicas ante una pandemia de influenza” y el Seminario Internacional de Influenza de octubre último predijo que podría precipitarse en razón de “los daños causados por la situación económica que atraviesa el mundo”.

Es claro que el 18 de marzo “expropiamos” el virus procedente del Canadá y que de inmediato comenzó su propagación: hospitalizaciones, diagnósticos erráticos, decesos y comunicaciones cruzadas entre autoridades de salud. Nada se hizo público durante las visitas de Sarkozy y de Obama, que tuvieron sin embargo limitantes por razones sanitarias.

No fue sino hasta el 25 de abril que el Ejecutivo desencadenó un operativo sigilosamente preparado. Reunión del Consejo Nacional de Salud, adoctrinamiento a los medios electrónicos y aparición de Calderón otorgando facultades de excepción al secretario de Salud. Decreto ostentosamente violatorio de garantías constitucionales.

Sorprende el silencio cuando no la complicidad del Congreso ante esta “dictadura sanitaria”. Remedo de la militarización del país y la declaración de guerra al crimen organizado. Esta vez Calderón no se vistió de médico, como entonces lo hizo de general, pero tal vez se disfrace —antes de las elecciones— para anunciar que ha derrotado el mal.

Asombra más la declaración del propio Ejecutivo en el sentido de que el país carece de los medios técnicos “capaces de identificar el diagnóstico, el tratamiento y la estrategia preventiva”, pero que en 72 horas los tendría, plazo que se ha prolongado indefinidamente. Como en tiempos de la Revolución: “Primero disparas y luego averiguas”.

¿Por qué México produce el mayor número de muertos? Si no somos un Estado fallido, nos parecemos mucho. Obedecemos a la definición de Fukuyama sobre la debilidad institucional de los países periféricos —la otra cara de la globalización—, que combina en el mismo saco apocalíptico terrorismo, narcotráfico, crimen organizado, éxodos migratorios y epidemias que amenazan al “mundo civilizado”.

El proceso electoral obliga a una reflexión colectiva y una acción responsable. No podríamos aceptar el secuestro de la conciencia pública y la desmovilización ciudadana por la manipulación mediática. Cubrebocas sí, “cubrementes” no. El manejo de la salud debiera quedar en manos de expertos y su difusión confiada a la pluralidad política. Conjuremos el golpe de Estado sanitario.

(Ex embajador de México ante la Unión Europea)

¡¡Aguas con el COCO!! (Como que ya están grandecitos para eso, ¿no?)

Cubrebocas

Juan Villoro
1 May. 09 reforma.com

Nadie se había fijado en los ojos de Lorena hasta que se puso un cubrebocas. La frase es exagerada: nadie se había fijado tanto en ellos.

La epidemia del virus porcino ha cambiado los hábitos de la capital. La transformación más evidente son los rectángulos de tela en las caras de la población, que aportan tonalidad celeste a una ciudad donde el cielo es mero polvo. Los que no son guapos, por lo menos se han vuelto misteriosos.

Enfrentamos la catástrofe unificados por una prenda. No siempre es fácil decir "nosotros". ¿Qué representa la palabra?, ¿qué clase de identidad convoca? Una tribu adicta a la compañía atraviesa el infierno del aislamiento y la falta de aglomeraciones. ¿Quiénes somos? Los del rostro con una tela azul.

Aparte de eso, sabemos poco. ¿Por qué brotó aquí un virus inédito? ¿Por qué el gobierno tardó en declarar la emergencia y lo hizo a las once de la noche, cuando muchos ya dormían? ¿Por qué, si la influenza ha cobrado pocas vidas, hay tantas muertes?

Llama la atención que el mapa genómico del virus se haya tenido que hacer en Estados Unidos y Canadá. ¿Tan atrasados estamos en esa materia o no se confía en los resultados locales?

El secretario de Salud ha comentado que ofrece la información como le llega de los hospitales. No podemos esperar que sea muy certera. Vivimos en un país donde un paciente contrae neumonía porque lo olvidaron en un cuarto helado y aguardó varias horas sin camisa para que le hicieran una placa de tórax.

Un conocido acaba de fallecer en la siguiente circunstancia. Llegó a un hospital privado con un cuadro de neumonía. Ahí se enteró de que su seguro no cubriría los gastos y fue trasladado a un hospital público, donde murió a las pocas horas. Tal vez se habría salvado sin ese ajetreo.

Las negligencias también pasan a las historias clínicas. En caso de duda, un mexicano muere por congestión múltiple, es decir, por un tamal de más o de menos.

Los médicos han dicho que se dispone de medicamentos y la epidemia se controlará si se rompe el proceso de transmisión del virus y se evitan aglomeraciones. Esto tranquiliza respecto a la influenza porcina. Lo preocupante son las condiciones de salud del país. De cada 100 personas que presentan síntomas, cinco mueren. Los pacientes llegan tarde a los hospitales, muchas veces los atienden mal y están debilitados por otras dolencias.

La influenza ha ofrecido una radiografía de la nación. Los partidos de futbol se celebran a puerta cerrada como una metáfora de la calidad de nuestro balompié y el gobierno federal y el local no acaban de ponerse de acuerdo. La crisis ha llegado al mole. ¿Es una medida acertada cerrar los restaurantes? Si uno considera que al sentarse a una mesa se encuentra a unos centímetros de caras ajenas (que para comer deben despojarse del cubrebocas), el cierre no parece exagerado. En mi última visita a una taquería, el mesero llegó con la charola de los postres. Mientras los ofrecía, tocó cada uno con un bolígrafo. ¿Había cedido antes a la muy humana costumbre de chupar la pluma? Con todo y cubrebocas, un estornudo puede hacer que el virus llegue a nuestra cita con una gringa.

El secretario de Salud le hace la autopsia a los expedientes con el fin de tranquilizar a la población. Sin embargo, ha generado incertidumbre. Imaginemos una trama de ciencia ficción en la que unos alienígenas envidiosos de nuestra agua aterrizan armados de un virus letal. Hay 159 muertes. El planeta cae en la zozobra y la OMS anuncia: "Sólo siete de los muertos recibieron el virus". ¿Es esto tranquilizador? Por supuesto que no. ¿Y los demás fallecidos? Hay 152 incógnitas. Ser vencido por un adversario ilocalizable provoca mayor angustia.

Otra pregunta que ronda la imaginación es: ¿qué tan mexicano es el virus? El secretario de Salud dijo que no lo es mucho, pues tiene un componente euroasiático. El tema no debería inquietarnos. ¿Es una ofensa para España que haya gripe "española"?

En la utopía negativa que imaginó George Orwell, la población es vigilada por un ojo tiránico: Big Brother. Nuestra frívola época convirtió esa amenaza en un morboso espectáculo mediático. El mal no llegó por lo que vemos a distancia, sino por lo que ocurre en invisible cercanía. El cerdo nos ha integrado a su familia. Pig Brother nos abraza.

Hace unos meses, mi padre donó su biblioteca a la Universidad de Michoacán. Poco antes de que pasaran por los libros, permitió que sus hijos nos quedáramos con algunos volúmenes. Escogí una primera edición de La peste, de Albert Camus. Mi padre subrayó este pasaje en 1947: "Se puede decir que la invasión brutal de la enfermedad ha tenido como primer efecto el de obligar a nuestros conciudadanos a actuar como si no tuvieran sentimientos individuales".

¿Quiénes somos? Los del cubrebocas. Una prenda nos unifica y revela novedades: los ojos de Lorena son más hermosos. Y cuando el cubrebocas reposa en su cuello, recuperamos el milagro de ver un rostro. ¿Qué lección dejará la enfermedad? Entre otras, el renovado asombro de vernos cara a cara.